Su cabello, una cascada de seda tejida por ángeles, cae en ondas de hilos de oro u obsidiana, cada uno de los cuales refleja la suave caricia de la luz del sol o el misterio de la medianoche. Fluye con una gracia y fluidez que parece seguir los caprichos del viento, una danza encantadora de la belleza de la naturaleza.
Su sonrisa es un faro de esperanza, una curva celestial que imparte calidez y alegría a todos los que tienen la suerte de presenciarla. Ilumina su rostro como el amanecer de un nuevo día, irradiando una luz interior que disipa la oscuridad y levanta el ánimo de quienes la rodean.