“No quería que nadie lo tocara. Estaba escondido en un rincón. Definitivamente estaba asustado”, afirmó uno de los ayudantes.
Cada vez que alguien intentaba acercarse a él, no hacía nada más que retroceder, gruñir y esconder su pequeña cabeza. Todos ellos son fuertes indicadores de que experimentó un trato injusto y desagradable. Estaba tan asustado que nadie podía quitarle ese pesado collar de cuero.
“Stewart estaba tan agitado por nuestra presencia que tuvimos una nueva idea. Pensamos que lo dejaríamos relajarse”, dijo Rebecca Rood, una de las ayudantes.
Para un cachorro en estas circunstancias puede resultar bastante difícil encontrar un hogar permanente. Sin embargo, los voluntarios estaban ansiosos por ayudarlo. Decidieron intentar darle más tiempo y espacio, pero nada funcionó.
Casi no comía y no habían podido llevarlo al veterinario. Fue entonces cuando Courtney decidió sedarlo para trasladarlo y realizarle una serie de pruebas.
El veterinario le proporcionó un tratamiento para que pudiera empezar a recuperar sus fuerzas. Courtney aprovechó el tiempo en el que el peludo estuvo sedado para quitarse esas terribles joyas.
Cuando Stewart despertó y se sintió libre de esa tremenda carga, su comportamiento cambió para siempre. Por primera vez se atrevió a mirar a los voluntarios y parecía dispuesto a intentar interactuar con ellos.